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DOS GOTITAS

 DOS GOTITAS


Esta historia ocurre en un lugar muy especial: un colegio para gotitas. Y las protagonistas son dos: Anita, una gotita de agua y Sandra, una gotita de sangre.


Anita y Sandra, desde el primer día de clases, se habían sentado juntas y, a pesar de ser muy diferentes, se habían hecho muy amigas.


Anita, la gotita de agua, era tímida, ligera y transparente. Le gustaban los idiomas porque, además de tener facilidad para aprenderlos, sabía que el día de mañana los necesitaría. 


Su trabajo cuando fuera mayor, consistiría en lograr que los seres humanos bebieran muchas gotas de agua al día para que sus cuerpos funcionaran siempre bien.


Sandra, la gotita de sangre, era atrevida, más gruesa y rosada, sííí, rosada. Le gustaba mucho la biología. Y, cuando fuera mayor y cambiara su color a rojo, su trabajo sería recorrer, adecuadamente, el cuerpo del ser humano para que se sintiera bien.


Pero, a pesar de ser dos gotas muy distintas, su futuro trabajo tenía un denominador común: el bienestar de los seres humanos.


Y, como necesitaban aprender mucho, estaban siempre atentas en todas las clases. Pero había un problema: otra de las alumnas era una gota de pintura color amarillo oro, muy pesada, espesa y brillante y por donde pasaba dejaba una huella pegajosa. Esto hacía que las demás gotitas se distrajeran, incluso las dos gotitas amigas que se esforzaban tanto por mantenerse concentradas.


Un día, Anita y Sandra se pusieron a jugar a seguir la huella de la gotita de pintura amarilla y, después de andar por tierras y valles desconocidos, se perdieron. Se asustaron mucho y se pusieron a rezar y del cielo cayó una gotita celeste muy amable que les indicó el camino a sus casas.


Otro día, en un campeonato de salto largo, Anita, Sandra y otras gotitas se quedaron pegadas en el pozo de arena, porque la gotita amarilla había saltado primero. Tuvieron que sacarlas con grúa...


Pero lo peor que les sucedió fue en una fiesta de disfraces porque la gotita amarilla se puso el disfraz más pegajoso que tenía. Anita y Sandra, que ya conocían los peligros de estar cerca de ella, se mantuvieron alejadas. 


Y, mientras las demás gotitas jugaban a la pinta, cada vez que eran tocadas por amarilla, quedaban pegadas a ella, hasta convertirse todas en una sola gran gota que creció y creció hasta, finalmente, rodar y chocar con Anita y Sandra. 


Fue tan grande el impacto, que las amigas perdieron el conocimiento y tuvieron que darle primeros auxilios. La gotita amarilla quedó muy preocupada por lo que había ocasionado, después de todo, era una buena gotita, sólo un poco traviesa.


Ya recuperadas, Anita y Sandra se dieron cuenta que la solución no era alejarse de la gotita amarilla y, además, comprendieron que ella no tenía la culpa de ser tan pegajosa... Tal vez, la solución sería hablar con ella. A fin de cuentas, todas eran compañeras a las que les quedaba mucho tiempo por compartir y aprender.


Y colorín colorado...


MARIA CAROLINA REPETTO GARCIA ©


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